domingo, 17 de mayo de 2009

Guerreros de la antiguedad- Los Escitas



Escita fue un antiguo pueblo y cultura indoeuropea de las estepas del norte del mar Caspio cuya lengua, el antiguo osetio o alánico, pertenecía a la de las lenguas iranias (como e persa o el kurdo).
Originario de la cuenca del río Volga o del Asia central, avanzó hacia Europa del este hacia el 700 a.C, llevando consigo el uso del cánnabis (cáñamo), que usaban como tela muy similar al lino, y para un baño de vapor descrito por Heródoto, especie de “sauna de cánnabis”:
...los escitas toman la simiente del cáñamo, se meten debajo de las mantas, y entonces tiran la simiente sobre las piedras calentadas al rojo vivo, y la simiente exhala un perfume y produce tanto vapor que ningún brasero griego podría superar tal cantidad de humo: los escitas aúllan encantados en su baño de vapor.
Los escitas constituyeron un pueblo seminómada que habitó en el norte del Mar Negro —hoy Ucrania— y más al este, entre el mar Caspio y el Aral. Como estas tribus no poseían escritura se ha sabido de ellos a través de otras fuentes (Heródoto entre otros, además de fuentes persas, latinas y chinas). Se sabe que tuvieron sus antecedentes desde el año 2000 a.C, pero su primera aparición en la historia es una alianza con los asirios en el siglo VII a.C. Siglos más adelante colaboraron con los medos —tribu irania emparentada con los persas— para desmembrar al imperio asirio.
En las antiguas fuentes chinas se los denomina sai. En los Reinos medios de la India se los conocía con el nombre de shaka (nombre que a veces se restringe a la más septentrional de sus tribus). En documentos persas transliterados al latín a través del griego se les llama saces o sacii (pronunciándose en latín la ce como /k/), también en latín se usa el nombre sármatae (sármatas) y en griego scythae, aunque el nombre que se daban así mismo habría sido *alān- o *aryānah, este nombre ha pervivido en el moderno nombre osetio īron. En el idioma acadio eran los Gugu de las tierras de Mat Gugu. La palabra gug en el idioma sumerio significa oscuridad o tinieblas y en el hebreo esta palabra (gug - gog) es equivalente a alto y figuradamente a soberbio. En conclusión estos significados unidos se parafrasean como: los escitas (Gog) que vienen de las tierras tenebrosas.

Costumbres

Sus contemporáneos los consideraban muy salvajes y sanguinarios porque tomaban la sangre de su primera víctima en una batalla y vestían con cueros cabelludos humanos así como usaban cráneos humanos (en ocasiones de sus propios amigos y familiares que habían matado en alguna querella o duelo) como vasijas. Algunas tribus escitas no enterraban a sus muertos y esperaban que los buitres se los comieran y si esto ocurría era un augurio de bienestar para la tribu. El águila era una encarnación del dios del viento para algunos de ellos, copiaron esta creencia de los sumerios. También antes de una guerra ellos enviaban pensamientos malos como saetas a los enemigos para matarlos y si estos no morían o se enfermaban procedían a la guerra. Las tribus llamadas Escitas Reales que se asentaron en Ucrania sembraban trigo para vendérselo a los griegos.
Además del origen histórico se le atribuyen algunas leyendas al origen de este pueblo desde una que los hace descender del mismísimo Zeus del Olimpo, hasta otra que narra la disputa de tres hermanos por un hacha, un arado, un yugo y un vaso de oro caídos del cielo... Ellos tenían la creencia de que el oro les había sido proporcionado por seres de un solo ojo quienes los habían robado a los grifos. Los hebreos creían que los cimerios (Gomer en la Biblia) era la tribu madre de los escitas criadores de caballos, eran Askenaz (o Askenazí) en Génesis 10, 2-3. También Magog era considerado escita criador de camellos bactrianos y caballos, Ez 38. Siglos después Josefo confirma esta creencia en su historia del pueblo israelita.
Tan envuelto en leyenda está el origen como la desaparición de esta tribu de la escena histórica, etnia que, como apuntan algunos estudiosos, alternó el mayor salvajismo con la confección y el uso de objetos finamente elaborados.
Varios historiadores comentaron la imposibilidad de Dario I (rey persa de la dinastía de los aqueménidas) de conquistar la región ocupada por los escitas a pesar de haber triunfado ya sobre Anatolia y haber conquistado otros territorios importantes.
A nivel arqueológico se han descubierto numerosos objetos artesanales de oro de gran elaboración con motivos equinos, pues eran excelentes jinetes, expertos en hacer lazos e inventores-usuarios del arco de doble curva, o retratando su vida cotidiana; también la tumba de los reyes, que eran grandes túmulos ( kurganes) donde, tras estrangularlos, eran enterrados junto al monarca sus más cercanos sirvientes, concubinas y hasta caballos.



Territorio

Escitia era un área de Eurasia habitada en la antigüedad por un pueblo iranio conocido como los escitas. Su situación y extensión varió a lo largo del tiempo, desde la región del Altai, donde se unen Mongolia, China, Rusia y Kazajistán hasta la del bajo Danubio y Bulgaria.
Su territorio llegó a extenderse por unos 6000 km, desde Hungría hasta Manchuria, gracias a un hecho clave en su cultura: la domesticación del caballo. Los historiadores grecolatinos de la antigüedad situaban a la Escitia (Escithia) en la costa norte del Mar Negro, las llanuras al norte del Cáucaso y en la zona al norte del Mar Caspio; aunque el territorio ocupado por los escitas, con fronteras (en especial las septentrionales) poco definidas, fluctuaba constantemente, es así que las antiguas crónicas chinas ubican poblaciones escitas en zonas que actualmente corresponden al Xinjiang
Dado su modo de vida y producción (pueblo cazador-recolector y depredador) y al hecho de haber sido grandes jinetes hace que, en términos generales, su territorio fuera el del extenso cinturón de estepas que se encuentra en el centro de Eurasia.

Etnografía

Se agrupaban en forma de bandas de merodeadores hostiles. Sus rostros estaban curtidos por el clima y usaban largas cabelleras desaliñadas, y los adultos, barba. Solían beber de cráneos humanos (de sus amigos o enemigos), de los cuales conservaban sus cueros cabelludos como trofeos. Para soportar mejor el hambre durante sus largas marchas por las estepas y desiertos solían ceñirse fuertemente los cinturones.
Los hombres, especialmente durante los combates, se adornaban con gorros que exhibían cornamentas (en especial de ciervo) se tatuaban y clavaban un sable en la tierra para adorarlo en representación del dios de la guerra. No tenían templos para adorar a sus dioses. También llamaba la atención sus ropas de gran colorido, confecciondas con cuero, piel y fieltro, y que solían representar, de forma muy estilizada y dinámica, a animales (ciervos, tigres, panteras, etc.); en suma, un estilo típico del llamado arte de las estepas.
Vivían en chozas de ramas montadas sobre sus carros de macizas ruedas, en constante movimiento entre el Danubio y el Don o mucho más lejos. Las chozas eran redondas o rectangulares, de generosas proporciones, de dos o tres habitaciones. Sus paredes generalmente eran de mimbre, pero también las construían con ramas atadas con correas, y las revestían con barro o fieltro para protegerse de las lluvias y la nieve. Las más pequeñas se desplazaban sobre 4 ruedas y las de mayor tamaño sobre 6, siendo arrastradas por bueyes.
Eran hábiles jinetes y mejores guerreros y utilizaban el arco y la flecha. Incluso cabalgando tenían una sorprendente habilidad para disparar. Utilizaban rudimentarias monturas sin estribos, pero eran sumamente hábiles para mantener el equilibrio sobre el animal. Esto, en épocas en que los pueblos europeos no habían desarrollado sus cuerpos de caballería y sólo poseían infantería y carros de guerra, les permitió desplegar devastadoras maniobras de gran movilidad, exhibiendo inteligentes tácticas, resultado de generaciones de combates a caballo. Gracias a esto, llegaron a realizar incursiones en el Oriente Próximo.
No concebían la vida sin el caballo (era frecuente que adornaran las colas de sus caballos trenzándolas de modo que parecieran un manojo de serpientes), incluso la muerte: un escita rico podía llevarse a la tumba hasta cien caballos. También los utilizaban como alimento, comiéndoselos y ordeñando a las yeguas para fabricar quesos y kumis (una bebida alcohólica a base de yogurt).
Utilizaban armaduras de cuero y ropas con mangas angostas que le permitían libertad de movimiento. Utilizaban como armamento, además del arco y la flecha, una espada de hoja recta de bronce o de hierro, y un escudo de cuero reforzado con placas metálicas. Durante sus incursiones montaban manteniendo una notable armonía de movimientos, e incluso se alimentaban montados en sus caballos, los que obtenían de las manadas salvajes de las estepas. Muchas de sus costumbres fueron adoptadas luego por los hunos.
Cada hombre tenía gran cantidad de esposas y éstas su comitiva. Las cortes de los ricos parecían mercados, donde la menos importante de las esposas podía llegar a tener unas 20 casas rodantes para sus sirvientes. La poliginia tenía razones económicas. Los hombres se ocupaban de la caza y la guerra, mientras que las mujeres se ocupaban de los animales, la generación de alimentos, construcción de las casas, el curtido de pieles, con los que hacían ropas y zapatos, y otros elementos con los que también comerciaban. Por otra parte, dada la división sexual del trabajo que existía entre ellos y la índole de las actividades asignadas a los varones (caza, depredación y guerra) es casi seguro que había una elevada cantidad de mortandad de varones en edad reproductiva por lo cual la forma de compensar el "déficit" de varones era la poliginia.
Dado que desconocían la escritura, no contamos con documentos escitas, pero se los reconoce históricamente por las descripciones hechas por Heródoto, Hipócrates y otros. Estos escritores han descrito de igual manera a diversas tribus con similar comportamiento, sobre todo en sus tradiciones funerarias, de las cuales se conoce la gran pompa que exhibían al momento de enterrar a sus reyes o personajes importantes. Entonces, el término escita no designa a un único pueblo, sino a numerosos grupos de individuos que compartían una cultura común.
Sus tumbas eran sumamente visibles, ya que enterraban a sus muertos resaltando su ubicación apilando tierra y rocas para formar montículos, confiando en que sus enemigos no molestarían a sus muertos en su última morada, dado el temor que suscitaban los escitas a aquellos a quienes sometían.
Durante el siglo XVIII, Pedro el Grande, zar de Rusia, construyó el Museo Imperial donde se exhibieron parte de los tesoros encontrados en las estepas ucranianas, donde se estima que existen unos 100 000 túmulos de esta clase, siendo la zona de Minunsink ( Siberia) donde se encuentra la mayor concentración de estas tumbas. Las piezas recuperadas de las tumbas escitas se encuentran actualmente en el Museo del Hermitage en San Petersburgo.



Historia

Los primeros registros encontrados sobre los escitas, datan de la primera mitad del Siglo VII a. C. Durante el siglo IV a.C., los escitas llegaron a su mayor desarrollo político, cultural y económico. Muchos componentes de la comunidad escita se convirtieron en agricultores sedentarios, en la zona norte del Mar de Azov, llegando inclusive a la zona de Altai. Allí formaron su reino con capital en la ciudad que los griegos llamaron” Panticapea” (hoy Kámenskoe Gorodishche)
Uno de sus grandes reyes, Atheas, logró unificar las tribus escitas, extendiendo su poder hacia el territorio tracio. Atheas murió a la edad de 90 años durante una batalla contra Filipo de Macedonia (339 a.C.). Sin embargo el reino continuó, a pesar de las presiones de los tracios, celtas, sármatas, getas y masagetas.
Inclusive Dario I, rey de los persas, en el 514 a.C. intentó conquistar este reino, al mando de 700.000 hombres cruzando el Danubio hacia las estepas actualmente ucranianas, pero sin lograr quebrantar a los escitas, quienes aterrorizaron a los persas mediante lluvias de flechas que desorganizaron sus filas, y atacándolos ferozmente a caballo.
Los principales rivales de los escitas fueron pueblos surgidos, al parecer, del mismo tronco común: los cimerios (expulsados por los escitas de Crimea), los ya mencionados getas y masagetas y principalmente los tocarios, los wusun y los sármatas quienes les derrotaron entre el siglo I a.C. y los inicios de la era común.

Fuente:http://es.wikipedia.org/wiki/Escita

jueves, 14 de mayo de 2009

El tejido de la espada de J.M. Pallarés



En primer lugar, tengo que decir que El tejido de la espada es un libro hermoso en todos los sentidos. Su aspecto físico es impecable, es en verdad precioso. Creo que en Timus Mas se esforzaron para que fuera de esa manera, conscientes de la gran calidad de la historia que contienen estas páginas.
La novela es un gran descubrimiento para los lectores acostumbrados a leer fantasía, ya que es un relato revolucionario que nos aleja de los tópicos comunes que suelen tener esta clase de relatos. Aquí no vamos a toparnos con fríos bosques nórdicos ni con enanos o elfos, aunque algunos personajes comparten características similares a éstos últimos.
Hablamos del mundo de Brumalia, una tierra llena de magia que coexiste con el mundo real, del cual provienen algunos de sus habitantes. Allí impera la magia de las matrías, dos poderosas casas de hechiceras que se disputan el poder de este mundo lleno de criaturas espeluznantes que no dejan de acosar sus fronteras.
Desde el primer momento en que el lector comienza a sumergirse en sus líneas, se verá sorprendido por un entorno familiar que no pasará desapercibido, ya que su autor, J.M. Pallarés, se basó en los relatos medievales de la Península Ibérica, para desarrollar esta maravillosa historia.
Tan sólo puedo asegurarles que este libro es indispensable en la biblioteca de un verdadero amante de la fantasía épica.

Titulo: El tejido de la espada
Autor. J.M.Pallarés.
Editorial: Scyla Editores,S.A.,2008
ISBN: 978-84-480-3655-3
Páginas:702

sábado, 9 de mayo de 2009

La saga romana de Colleen McCullough



Desde hacía ya bastante tiempo quería hacer una pequeña reseña de la saga que me sumergió por completo en el apasionante mundo romano.
Se trata de la ambiciosa obra de la escritora australiana Colleen McCullough.
Un compendio de los turbulentos años que desencadenaron el final de la República y el ascenso de uno de los personajes más apasionantes de la antigüedad: Julio César.
Desde el punto de vista histórico, se trata de una obra bien documentada que introduce al lector en el fantástico mundo de la cultura romana, su visión del orbe, los sucios entramados de su clase dirigente y el bullicio de las callejuelas donde el pueblo desarrollaba su existencia, mientras los pilares de la República se tambaleaban en medio de la codicia y el afán de poder de las familias más poderosas.
En verdad una obra que me marcó y dejó su impronta en mi visión del mundo romano para siempre.
Cabe anotar que a pesar de su riqueza, tiene sus altibajos, por lo menos desde mi punto de vista, en lo que concierne a la visión endiosada que a veces la autora trata de plasmar en torno a Julio César. Sin embargo, esto no le resta emoción ni interés a esta ambiciosa pentalogía, plagada de apasionantes personajes.

El primer hombre de Roma

En esta primera entrega que comienza en el año 110 a.C., se inicia el meteórico ascenso de Mario, un general destinado a derrotar a los germanos y comenzar, junto con Sila, un rivalidad que los arrastrará inevitablemente a cambiar la faz de la República para siempre.

Titulo: El primer hombre de Roma
Autor: Colleen McCullough
Editorial: Editorial Planeta
ISBN: 84-08-04000-6
Páginas: 840



La corona de hierba

En esta entrega la rivalidad entre Mario y Sila se hace cada vez más sombría, mientras la República esta a punto de sumirse en una amarga guerra civil con los pueblos itálicos que recelan de su poder.
Desde mi punto de vista, estos dos primeros libros son de lo mejor de la pentalogía.

Titulo: La corona de hierba
Autor: Colleen McCullough
Editorial: Editorial Planeta
ISBN: 84-08-03999-7
Páginas: 855



Favoritos de la fortuna

Un nuevo jugador entra en la caótica escena política de Roma. Se trata de Cneo Pompeyo, un joven general que se juega su suerte apoyando una nueva guerra civil que entronará a Sila de nuevo en el poder y desatará un baño de sangre sin precedentes. Mientras tanto, el joven Julio César comienza a demostrar la astucia que luego le será de tanto valor en su gesta política.

Titulo: Favoritos de la fortuna
Autor: Colleen McCullough
Editorial: Editorial Planeta
ISBN: 84-08-04002-2
Páginas: 845



Las mujeres de César

Julio César comienza su carrera pública para ascender hasta la máxima curul del consulado. Un camino lleno de tropiezos en los que deberá utilizar su ingenio y astucia para librar los innumerables escollos trazados por sus rivales. Al mismo tiempo, su vida amorosa se ve salpicada por infinidad de escándalos que amenazan con truncar su carrera.
Desde mi punto de vista, es el libro que mejor describe la vida romana, desde el palpitar del foro hasta las acaloradas discusiones del Senado y el entramado social de los patricios y plebeyos.

Titulo: Las mujeres de César
Autor: Colleen McCullough
Editorial: Editorial Planeta
ISBN: 84-08-04003-0
Páginas: 840



César

César tiene todo a su favor y se empeña en realizar las hazañas que le convertirían en una leyenda viviente. Gracias a la complicidad de Pompeyo y Craso tiene el camino libre para conquistar la Galia y volverse el hombre más poderoso de Roma, una influencia que sus enemigos políticos rechazarán con todas sus fuerzas.
Esta obra me parece la mejor de toda la saga.

Titulo: César
Autor: Colleen McCullough
Editorial: Editorial Planeta
ISBN: 84-08-05532-1
Páginas: 960



El caballo de César

Julio César se encuentra en el apogeo de su carrera tras derrotar a todos sus enemigos. Roma se encuentra a sus pies, pero su amorío con Cleopatra levantará el resquemor en sus coterráneos y les dará alas a los confabuladores para urdir su final. No obstante, otro personaje cobra fuerza inusitada, se trata de su sobrino Octavio, el hombre que sellará el final de la República y el nacimiento de un imperio.

Titulo: El caballo de César
Autor: Colleen McCullough
Editorial: Ediciones B. S.A.
ISBN: 84-666-0672-6
Páginas: 928